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Una vez más, banalizando el mal

5 abril, 2020

La guerra es el mal. La guerra es el mal porque quien no mataba mata, quien no violaba viola, quien no sufría sufre, quien no estaba en peligro, lo está. Comparar la guerra con el intento de frenar la expansión del coronavirus, usar lenguaje bélico constantemente es reducir a anécdota el sufrimiento de quienes viven y vivieron entre balas, violaciones masivas, amenazas de tortura y privación de derechos humanos. Y es reducir a la nada, una vez más, el sufrimiento de las mujeres.

Oigo estas semanas referencias constantes a la Segunda Guerra Mundial, a su relevancia histórica y a los cambios estructurales que tuvieron lugar tras ella. Se me ponen los pelos de punta. Acudo al libro de Svetlana Alexiévich La guerra no tiene rostro de mujer y revisito una de las páginas que había marcado. En ella me reencuentro con una frase que esta periodista transcribe de una conversación con el censor: “Éramos jóvenes. Fuertes. Llevábamos cuatro años sin mujeres. En las bodegas había vino. Había comida. Capturamos a unas chicas alemanas y… violamos a una entre diez hombres… Había pocas mujeres, la población escapaba del ejército soviético, así que cogíamos a las adolescentes. A las niñas… de doce, trece años… Si lloraban, les pegábamos, les tapábamos la boca con algo. Les dolía y nosotros nos reíamos. Ahora no entiendo cómo fui capaz de hacerlo… Yo venía de una familia educada… Pero lo hice”.

Mi mente empieza a viajar por el mundo, por los lugares en guerra, y el primer destino es el Congo. Casualmente hace pocos días apareció en El País un pequeño (muy pequeño) artículo sobre Justine Masika, activista congoleña que relaciona directamente el consumo irresponsable de aparatos como teléfonos móviles con las violaciones y torturas a mujeres en el contexto de guerra por el control de las minas de coltán: «a las mujeres de Congo nos violan para controlar las minas ilegales de coltán. Y con ese mineral fabrican después vuestros móviles. Reciclad. Consumid con criterio. Nos están matando por ellos». Y podríamos hablar de la Guerra Civil Española, la Guerra de Yugoslavia, la actual Guerra de Siria…

La crisis del coronavirus no es la guerra. Creer que lo es asemeja nuestro padecimiento al de quienes la sufren y la sufrieron. Seamos responsables.

Comentarios
  •   Responder

    Marian

    Interesante reflexión. Me apunto el libro. Gracias!

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