Simone Weil. Filósofa que, en 1934, decidió salir de la comodidad de la academia para adentrarse en el mundo de la fábrica porque siempre había sabido que nada podía acercarla más a la “vida real” que la experiencia corporal. Una mujer que dejó testimonio detallado del sufrimiento que el trabajo en la fábrica producía en ella y en sus compañeras y compañeros, pese a saber que “lo inexpresable se degrada al quererlo expresar”. Una mujer que describió la condición obrera con tanta sensibilidad y generosidad que hoy, en 2020, debería ser lectura obligada para quien quisiera aproximarse al sindicalismo o a cualquier movimiento por los derechos de la clase trabajadora.
Simone Weil me proporcionó sosiego en los tiempos en los que la situación de precariedad laboral me desbordaba. No alivió mi cansancio, pero me acompañó en mi continuo cuestionamiento sobre si lo que sentía, mi hastío, tenía sentido. Llegaron sus escritos a mis manos y leí, en una carta que le escribió a la militante sindicalista Albertine Thévenon: “Solo respiro el sábado por la tarde y el domingo, me encuentro a mí misma, recupero la facultad de hacer circular por mi mente pedazos de ideas. De manera general, la tentación más difícil de rechazar, en semejante vida, es la de renunciar por completo a pensar: ¡sabe uno tan bien que es el único medio de no sufrir! En primer lugar de no sufrir moralmente. Pues la propia situación borra automáticamente los sentimientos de rebeldía […]. Con los jefes no puede uno permitirse ser insolente […]. Así que no queda otro sentimiento posible cara a la propia suerte más que la tristeza. […] También físicamente es una gran tentación, fuera de las horas de trabajo, hundirse en una somnolencia”. Y lloré. Lloré como cuando recibes el gesto o la palabra precisa que te reconforta tras confesar un pesar escondido. Simone Weil hablaba de su cuerpo, que también es el mío, y el de mi madre, y el de mi padre, y el de mi hermano; hablaba de sufrimiento, de dolor, de esclavitud. Y dejaba en evidencia la falta de consciencia por parte de los teóricos socialistas de referencia de que “el obrero no sufre solo por la insuficiencia de la paga. Sufre porque está relegado por la sociedad actual a un rango inferior, porque está reducido a una especie de servidumbre. La insuficiencia de los salarios no es más que una consecuencia de esta inferioridad y de esta servidumbre. La clase obrera sufre por estar sometida a la voluntad arbitraria de los cuadros dirigentes de la sociedad, que le imponen, fuera de la fábrica, su nivel de existencia, y, en la fábrica, sus condiciones de trabajo”.
Simone Weil, que en 1936 se alistó en las filas anarquistas españolas, a pesar de no gustarle la guerra, porque “lo que siempre me ha dado más horror en la guerra es la situación de los que se encuentran en la retaguardia. Cuando comprendí que, a pesar de mis esfuerzos, no podía dejar de participar moralmente en esta guerra, es decir, de desear todos los días, a todas horas, la victoria de unos, la derrota de los otros, me dije que Paris era la retaguardia para mí, y tomé el tren para Barcelona con la intención de alistarme”
Gracias, Simone, por darle valor a la coherencia, por tu mirada crítica sin límites, por expresar “el tipo de sufrimiento del que ningún obrero habla”: la pérdida de dignidad “bajo el golpe de una opresión brutal y cotidiana”.
Gracias por dejarlo casi todo escrito y disculpa por leer tu correspondencia privada.
Comentarios
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Useche Inchauspe
29 abril 2020, 17:14
Un otro cafe que alegrou minha tarde! A ignorância é sim uma maneira de facilitar as coisas, de sentir menos angustias e pensamentos ruins. Mas podemos agradecer a nossa capacidade de pensar e se sensibilizar com situações incomodas como essa descrita por Simone Weil e ajudar, de pouco em pouco, a mudar o sistema.
Como experiência pessoal, posso dizer que já estudei por 10 anos engenharia e convivi muito tempo acreditando na indústria, pra chegar ao ponto de conhecer a indústria tão bem e me dar conta de quanto é feia… Tanto a nível pessoal (e como se dividem os operários dos engenheiros, por exemplo) quanto a ganância que todo o ambiente industrial é mergulhado.
Apesar de várias horas de pensamentos negativos me atormentarem me dizendo que esse era o caminho errado, que devia largar isso e ir fazer outra coisa, comecei a pensar na possibilidade de mudar o sistema de dentro pra fora. Pode significar um sacrificio entrar no «coração da besta» e colorir um mundo cinza.
Encontrei nessas palavras de Simone um encorajamento. Ela também fez o sacrificio de deixar a «retaguarda» da guerra e se expor à uma experiência pra conseguir mudar alguma coisa. Os pequenos sacrificios conjuntos é que vão gerar a mudança pra uma sociedade mais equilibrada e humanitária. Temos que continuar acreditando e tentando - Responder
Amaia Gonzalez
29 abril 2020, 18:58
Conte comigo nesse duro e lindo caminho de colorir um mundo cinza. A tarefa de mudar o sistema ou, pelo menos, o nosso pequeno universo precisa de alegria e apoio; se estiver faltando, é só ligar. Adoraria ler ou escutar as suas reflexões sobre o mundo da indústria, sempre aprendo com você.
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Useche Inchauspe
29 abril 2020, 17:18
Além disso, é muito prazeroso ver a coragem de pessoas como Simone e como a Amaia que escrevem coisas para refletirmos, dar inspiração e coragem pra compartilhar idéias boas e conversas produtivas…. Que nem faz o café no meio da tarde.
Teu blog ta demais Amaia! - Responder
Amaia Gonzalez
29 abril 2020, 19:07
A Simone era corajosa mesmo! Eu só gosto de ler e compartilhar.
Essas mensagens com tanto carinho são oxigênio para mim.
Muito obrigada, Useche. Tamo junto.